, ascendentes (fuego, aire) y descendentes (tierra, agua).
o forzados por algo exterior al cuerpo que se mueve así. Es decir, suponen una violación del orden natural.
Además, todos los movimientos se realizan de acuerdo a un fin: el mantenimiento del orden del conjunto. Si el orden se altera, la naturaleza tiene los mecanismos adecuados para restablecer el orden necesario y justo.
La cosmología aristotélica es
teleológica. El fin,
telos, es inmanente a los cuerpos e intrínseco a la materia, ya que es la forma (
morphé), la esencia o naturaleza de los compuestos hilemórficos, la que determina, como su causa, su comportamiento y desarrollo; su destino.
Dentro del conjunto total del cosmos, la tierra (que no es un planeta para Aristóteles) ocupa el centro necesariamente. Al estar compuesta del elemento tierra en su mayor parte, tiene forzosamente que ocupar el centro del cosmos, su lugar natural. Por lo tanto estamos en una concepción geocéntrica del universo.
Es la región que abarca la luna y todo lo que se halla más allá de ella: cinco planetas o "cuerpos errantes" (mercurio, venus, marte, júpiter y saturno) , el sol y las estrellas. Esta región es absolutamente diversa de la región terrestre: aquí impera el orden, la armonía, la regularidad. Y ello es así porque los cuerpos celestes no se componen de los cuatro elementos terrestres, sino de
éter, "
lo que siempre corre", que es un material sutil, óptimo, imponderable. transparente. El éter o la quinta esencia es un elemento incorruptible y eterno que le otorga al cielo una homogeneidad y perfección que no poseen los cuerpos terrestres. Los cuerpos celestes, compuestos de éter, no vagan por el
espacio vacío, que es inexistente. Los planetas y las estrellas están sujetas a unas esferas de éter que son movidas por motores inmóviles, desplazando a los cuerpos que en ellas se encuentran. Gira la esfera y no el planeta en el vacío.
Aristóteles no podía explicar los
movimientos a distancia: la gravedad, así que tomó el modelo geométrico de
Eudoxio de las esferas homocéntricas para construir su cosmología. El universo es esférico, finito, formado por esferas que se hallan unas dentro de otras, siendo la central la tierra y la útima esfera o la que rodea a todas las demás, la esfera de las estrellas fijas (constelaciones).
El elemento éter que forma el mundo supralunar tiene un movimiento (natural e intrínseco) circular y uniforme. Lo etéreo no tiene nada que ver con el peso y su lugar natural es la
equidistancia al centro del mundo. Solo se logra ésta con un
movimiento circular uniforme, sin principio ni fin (eterno) en torno al centro que es la tierra.El cielo es el mundo del orden, de la estabilidad y del equilibrio frente al mundo terrestre de la diversidad y del cambio. Era importante tener un conocimiento exacto y geométrico del cielo para poder elaborar calendarios lunares o solares y regular las actividades humanas como la agricultura y las fiestas religiosas. La tierra no podía ofrecer un punto de referencia estable y permanente. Fue el cielo ese asidero de regularidad y orden, la medida del tiempo y de los acontecimientos.
El universo aristotélico no tiene principio ni final;
es eterno y no tiene historia. Por ello no hay posibilidad de hacer una cosmogonía acerca del cosmos: éste es ingendrado y existe desde siempre. Ademas el universo es
finito; no está en el
espacio. Esto es así porque si ocupara un espacio habría un algo, que no es el universo más allá del universo mismo (que es todo lo que hay o existe), y ésto es imposible. La pregunta sobre el más allá del universo o sobre dónde está el universo es ilegítima. No hay un recipiente (espacio) que abarque el universo como si éste fuera una cosa. Más allá del universo mismo no hay nada porque él es todo lo que hay.
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