Más que un capricho, cuidar el planeta es un llamamiento a la acción, una revolución verde. El consumo responsable y ético frente al medioambiente puede llegar a ser un estilo de vida que no implica necesariamente tomar medidas radicales ni militar en asociaciones, basta tener conciencia ecológica y cambiar un poco nuestros hábitos.
Para poder adecuar nuestros hábitos cotidianos a la capacidad de nuestro planeta, hay reglas muy básicas que no requieren esfuerzos extraordinarios:
Antes que nada, bajar el consumo individual de energía eléctrica. Apagar la luz si no se necesita o, a la hora de comprar electrodomésticos, prestar atención a su capacidad de ahorrar energía. Además, eso ayuda a reducir gastos. Por ejemplo, la lámpara luminiscente consume cinco veces menos energía que la de incandescencia y, además, dura cinco veces más.
Hoy en día, como herramienta para optimizar el uso doméstico de la energía, existen muchos sistemas de etiquetado, por ejemplo, Energy Star, de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Cuando se enfrente a una alternativa entre dos electrodomésticos iguales, la etiqueta con el símbolo de Energy Star le ayudará a tomar una decisión ecológicamente responsable.
El proceso de la canalización del agua, hasta que llega a nuestro hogar, requiere mucha energía. Las reglas para el ahorro del agua son simples: si tiene que lavar la vajilla, hágalo en un recipiente y no con el grifo permanentemente abierto. En la operación diaria de limpieza de dientes, utilice el vaso.
Es importante usar la lógica, más allá del valor monetario de las cosas. Por muy barato que sea un producto de usar y tirar, siempre va a suponer un coste ambiental si solo lo vamos a utilizar una vez y luego se convertirá en basura.
Tratar con atención el medioambiente es cuidar su salud y la salud de su familia. ¡Reflexione lo que come! La mayor parte de los productos que empleamos en la comida se cultivan con pesticidas y fertilizantes nitrogenados que destruyen el suelo.
Los alimentos orgánicos, también denominados biológicos o ecológicos, al contrario, son más sanos, aunque algo más caros. También comprar comestibles de producción local es más económico, ya que no requieren transporte a larga distancia, que es un elemento que también provoca polución de la atmósfera.
Elegir productos locales, de temporada si son perecederos, con el mínimo envase posible, en la cantidad que necesitemos, son algunos ejemplos sencillos que cada uno puede poner en práctica a la hora de comprar. Las ofertas, a veces, llevan a comprar alimentos que no necesitamos.
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